En mayo del pasado año me fue comunicado mi destino
definitivo como profesora titular de cocina y pastelería en el
I.E.S. Asta Regia de Jerez. La noticia era buena a pesar de que
durante casi doce años, interrumpidos involuntariamente por dos
cursos, en los que la administración me obligó a ser nómada
transeúnte por mi querida Andalucía, y más tarde, por propia
decisión y gracias a superar las pruebas de selección de ingreso
como profesora en La Escuela de Hostelería de Cádiz; de la
que guardo estupendos recuerdos, y gracias a la cual mi lista
de amigos se ha hecho más larga y entrañable. Además debo
estarles siempre agradecida por permitirme estar cerca de mis
hijas, ya que por entonces yo estaba destinada en Cazorla, hermoso
lugar, como ninguno, pero demasiado lejos.
En principio, la verdad, me sentí muy triste
cuando al mirar en la lista de destinos se confirmaba mi
presentimiento: ya no estaría seguramente nunca más aquí, en
"mi escuela".
Me había entregado tantos días, tantas noches,
tantas horas a ella con la misma devoción y cariño. Creo que
estuvimos muy enamoradas, nunca tuve prisas. Estar allí constituía
la libertad, el tiempo pasaba entre pasillos, aulas, fogones y
despachos. Sentía en mí el vigor y la frescura que se
adquiere en el proceso de crear, de aprender y de enseñar. Todos
estábamos tan plenos de proyectos, tan satisfechos. Nuestra insignia
fue siempre compartir y engendrar una escuela fidedigna e
íntegra. Algunos de ellos, los que pudieron quedarse, hoy,
continúan, no sólo en su labor como docentes, sino en una ardua
lucha que les ha impuesto el destino, o ¿por qué no ser
sincera?, el mal hacer de este nuestro sistema político, en el que
el valor de la enseñanza se pierde entre en un ir y venir de
papeles, de planos y de plenos, y que en definitiva deja desamparado
a los más débiles.
Para ellos nada es primordial, nada es urgente,
abolieron la escala de valores. Todo se resume en un voto más
o un voto menos, todo puede justificarse. Yo no lo hice, fueron los
del anterior partido. Eso fue culpa de este menganito o de
aquel, y aunque ya no regenten su cargo, digo yo, a alguien
habrá que pedir responsabilidades.
I.P. Fernando Quiñones, más conocido para
todos como Valcarcel, ¡Nuestra amada escuela!,¡Nuestro Valcarcel,
está agonizando!
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